A partir del próximo 1 de agosto entrará en vigor en Estados Unidos un nuevo esquema arancelario que afectará a más de 90 países, incluido Chile.
La medida, confirmada oficialmente esta mañana por el gobierno de Donald Trump, establece un arancel general del 10 % sobre todas las importaciones provenientes de países que no hayan renegociado acuerdos bilaterales, desconociendo en la práctica tratados preexistentes como el TLC con Chile.
El nuevo enfoque busca —según la administración norteamericana— restablecer condiciones “recíprocas” en el comercio exterior, pero marca una ruptura abrupta con las reglas vigentes, generando impactos directos en sectores estratégicos de la economía chilena como el salmón, frutas frescas, vino y productos del mar, cuya competitividad podría verse erosionada frente a países con acceso preferencial como México o economías asiáticas.
Productos clave como el cobre y la madera fueron excluidos temporalmente de los nuevos aranceles, al quedar sujetos a una revisión de hasta 270 días bajo criterios de seguridad nacional. Esta suspensión entrega un margen de maniobra, aunque no garantiza estabilidad futura para dichos sectores.
La medida se suma a una estrategia más amplia que contempla aranceles aún más altos —de hasta 70 %— para productos provenientes de economías con altos déficits comerciales hacia EE.UU., como China. En este contexto, Chile enfrenta el riesgo de retroceso en condiciones de acceso, aumento de costos logísticos y una eventual reorganización de flujos comerciales.
Empresas exportadoras deberán evaluar con rapidez ajustes en precios, contratos y destinos, en un entorno internacional marcado por mayor volatilidad y decisiones unilaterales que afectan la previsibilidad operativa.
Una señal del segundo semestre: el comercio global entra en zona de turbulencia
La formalización de esta política arancelaria por parte de la mayor economía del mundo anticipa un segundo semestre más incierto, más fragmentado y menos multilateral. El comercio internacional ya no se rige por reglas estables, sino por decisiones de poder que desdibujan los marcos tradicionales de integración.
En este escenario, los países exportadores deberán actuar con rapidez: diversificar mercados, reforzar acuerdos multilaterales, mejorar la eficiencia logística y anticipar nuevas barreras técnicas y arancelarias. La señal es clara: el segundo semestre de 2025 estará marcado por la necesidad de adaptación frente a un comercio que ha dejado de ser solo técnico, para convertirse en un instrumento estratégico de presión internacional.
Prensa – Cámara Aduanera de Chile A.G.