La tensión geopolítica en Medio Oriente, los ataques en el mar Rojo y la persistente violencia en las inmediaciones del canal de Suez han vuelto a sacudir el comercio marítimo global.
A estas alturas de 2024, el canal de Panamá concentraba la preocupación por sus restricciones de tránsito debido a la sequía. Hoy, la incertidumbre es mayor: la guerra en Gaza se intensifica, los hutíes han reanudado ataques contra buques mercantes, y los desvíos por el Cabo de Buena Esperanza son ya práctica habitual entre navieras internacionales.
El impacto logístico es inmediato. Según datos actualizados del índice Drewry, el costo de enviar un contenedor desde China a la costa oeste de Sudamérica supera los USD 4.300, más del doble del valor registrado hace un año. El tiempo de tránsito también se ha incrementado, especialmente en la ruta Asia–Europa, afectando la disponibilidad de carga y de contenedores vacíos en todo el mundo.
Chile, altamente dependiente del comercio exterior, comienza a resentir estos cambios. La importación de combustibles, alimentos y bienes intermedios enfrenta demoras y sobrecostos. La mayoría de los productos de la canasta básica nacional —como lentejas, arroz, carne y trigo— proviene del extranjero. El incremento sostenido en los fletes y las primas de seguros marítimos podría incidir directamente en los precios al consumidor, particularmente en sectores con menor margen de absorción.
A este panorama se suma la estructura portuaria local, que aún opera con restricciones de horario, limitando la atención en el tercer turno por razones de seguridad. Esta situación reduce la capacidad de respuesta frente a la congestión que ya se empieza a evidenciar en San Antonio y Valparaíso.
En un contexto en que las rutas comerciales tradicionales están bajo amenaza constante, los países más resilientes serán aquellos capaces de adaptarse con mayor rapidez. La eficiencia portuaria, la diversificación de proveedores y la modernización de los trámites de internación serán claves para enfrentar una coyuntura que, lejos de estabilizarse, continúa agravándose. Y si hace un año se hablaba de crisis puntuales, hoy la industria comienza a trabajar bajo el supuesto de una nueva normalidad logística: más cara, más lenta e incierta.
Fuente: Prensa – Cámara Aduanera de Chile A.G.